Esta noche Martín se ha ido a la cama más nervioso de lo que lo ha estado esta semana, que ya es decir. Y es que mañana es su cumpleaños. Cumple la edad de su personaje favorito en su primer libro: Harry Potter. Y es una edad con nombre de otro de sus personajes: Once (protagonista de Stranger Things). Se siente muy especial por ello. «Papá, nos hacemos mayores», me dice. Y yo lo miro con fingida censura: «si tú eres mayor, ¿yo qué soy?» Se ríe sin parar. «No digas nada que empiece por uve, ¿eh?», le advierto. «No, es por la a… de abuelo. Esa es una palabra bonita», me desarma. Ya es capaz de cogerme las vueltas y hacerme reír con cierto ingenio.
Se me hace mayor. Desde hace medio mes tiene novia, la primera. Y fue ella la que se lo pidió. «Yo la he aceptado», dice para indicar que estaba de acuerdo y le dio el sí.
También se ha hecho jugador de fútbol y forofo del Betis. Quise tener el placer de llevarlo a su primer partido en el campo y no pude disfrutar más de su disfrute (tuvimos además la rara suerte de que el Betis hiciera un partidazo y ganara).
Hace amagos de poner en duda nuestras palabras o querer negociar nuestras decisiones. Se queda en amagos, de momento.
Novia, pasiones futboleras y pequeños desafíos. Y es que, en definitiva, la preadolescencia no está aquí aún, pero se acerca. Y él está deseándola. Pero aún tiene la inocencia de pensar que le va a entrar mañana de repente, que se va a levantar distinto.
Llevo todo el día preparando su cumpleaños. Vienen amigos de distinta procedencia y hay que hacer juegos para que se conozcan. Estoy tan cansado que incluso acabo de apagar San Remo para ir a descansar. Pero quiero que mañana el día sea inolvidable para él, aunque compruebe que no crece tanto como cree. O quizá el que se engaña soy yo y sí que lo hace.
