Capítulo 88: Vacaciones

Estándar

Martín se puso el segundo implante y poco a poco, como le decimos nosotros, «el oído se está despertando» (con mucha logopedia de por medio, claro). Ya pide ambos. O mejor, consideré que ya es hora de que sea autónomo y se lo pueda quitar y poner él solo si es necesario, así que le enseñé. Ahora se levanta temprano, se los coloca y juega o ve la tele sin despertar a nadie.

Estamos finalizando las vacaciones y sigue siendo el niño de la eterna sonrisa. Está especialmente contento porque vuelvo a mi labor docente, porque voy a estar, según repite, «más tiempo conmigo, por las tardes y los fines de semana». Da gusto estar con él. A veces habla en demasía, paradojas de la vida, pero contagia su energía, su optimismo y su fuerza, cualidades en las que todos flaqueamos a veces.

Continúa sin enfadarse jamás, aunque no comprende por qué en Polonia tenía que ir a ratos con papá y a ratos con papi, pero nunca de la mano de los dos a la vez. «No les gustan los papás y los papis», le habíamos explicado. «¿Son todos de Vox?» dedujo él.

Harry Potter sigue siendo lo más y se pasa el día regateándonos cuándo podrá ver la siguiente (se las vamos secuenciando por años, para que las entienda) . En Londres visitamos todo lo que pudimos de ese universo y disfrutó muchísimo. Nos llamó mucho la atención que todos los días nos dijera: «Gracias, Papá; gracias, Papi, por el viaje». «Martín, es el viaje de la familia; no tienes que darnos las gracias». No importaba: al día siguiente lo volvía a decir. Supongo que habrá notado que el viaje estaba milimétricamente diseñado para él. En todo el viaje no ha pedido nada. Lo más cercano fue en la juguetería más grande de Londres cuando dijo: » yo nunca he tenido uno de estos». Era el día que cumplíamos ocho años juntos, así que le dijimos que eligiera lo que quisiera de la tienda para celebrarlo. Por mucho que le insistimos en que cogiera algo más grande, se quedó con un set de muñequitos de siete libras.

Es un niño bueno y atento, lo merece todo y lo valora. O lo merece porque lo valora.

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Ahora, de vacaciones, con mucha frecuencia nos damos el «abrazo de familia», arrebato en forma de grito que puede surgir de cualquiera de los tres para fundirnos en un abrazo, y con el que estamos cogiendo fuerza para el nuevo curso.

Martín es la vida. Martín es mi vida.

 

 

 

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